Hoy no estoy de humor para fantasear sobre el amor o el sexo. Tengo una historia que terminar y, si bien el material está todo en mi cabeza, no podría escribirla aunque quisiera.
Hoy una de mis mejores amigas está pasando por un momento horrible, algo que hace unos años yo no habría imaginado que pasaría. Si bien quien lea esto puede decir que es de lo más común y que pasa todo el tiempo, para mi no lo es. Al menos, no lo viví nunca tan de cerca.
Mi amiga se separó de su pareja - hubiera hablado de divorcio, pero no están casados y tampoco puedo decir que terminó con su novio porque es mucho más que eso; llevaban más de un año viviendo juntos. Después de pasar por una relación a distancia durante 2 años y llevar más de 4 años juntos en total, ella se mudó a la ciudad de él al terminar sus estudios, donde la esperaba una casa lista para ambos. Era casi un sueño hecho realidad.
Después de todo lo que la vi sufrir con sus anteriores relaciones y con su familia, ver lo feliz que era con este chico, lo mucho que se querían, la manera en que él la cuidaba como si fuera lo mejor del mundo... Saber que ni siquiera ese amor es capaz de durar, me duele. Me duele más de lo que me hubiera imaginado.
Es que, sinceramente, todas mis frustraciones en el amor tuvieron más que ver con mis propios rayes que con no encontrar al indicado, eso ahora lo se y por eso lo puedo sentir de otra manera. Pero la historia de mi amiga fue como el cuento de hadas que yo siempre quise vivir. Y no porque fuera todo color de rosa: de hecho tuvieron muchos problemas y no les fue nada fácil mantenerse a flote mientras estuvieron separados. Es solo que cuando por fin la espera terminó y ellos pudieron estar juntos, incluso cuando eso significaba perder a mi amiga de hace 20 años porque se iba a vivir tan lejos y ya no la iba a tener a mi lado, yo estaba tan feliz por ellos. Sentía que valía la pena todo el sacrificio que hicieron, todo el dolor y la soledad, toda la necesidad insatisfecha, todo quedaba a un costado una vez que estuvieron juntos por fin. Y eso me daba esperanzas. Si no de conseguir lo mismo para mi, al menos de saber que existen esos amores en la vida real y no solo en las telenovelas. Que mi sueño eterno del romance no estaba del todo muerto.
Y por todo esto es que ahora estoy tan mal, adolorida en el corazón como si fuera yo la que se estuviera separando, como si a mi me estuvieran dejando.
No le reprocho nada a mi amiga, no siento eso. Ella no se adaptó a esa vida y necesita volver, y acá estoy yo esperándola con los brazos abiertos y dispuesta a comer todo el helado y el chocolate que haga falta hasta que ella esté mejor. La quiero muchísimo y no me puedo imaginar en realidad lo que está sufriendo, así que voy a poner mi hombro y voy a ser la amiga que ella necesita, siempre.
Pero igual quería descargarme acá al menos, porque tengo unas terribles ganas de llorar, tengo un nudo en el pecho que me ahoga, y lo que ella menos necesita es que yo me desmorone. Incluso cuando no se trata de mi logro convertir el problema de los otros en mío, je...
Supongo que la muerte de un sueño puede a veces doler como un corazón roto.
jueves, 26 de marzo de 2009
domingo, 22 de marzo de 2009
una nueva... y una conocida
Anoche estuve con un chico nuevo, alguien a quien apenas conozco y con quien encontré puntos en común... aunque quizás sea uno solo: el sexo.
Me preparé mentalmente para que, pasara lo que pasara, la salida resultara divertida. Fui a divertirme y me dije que iba a dejar de lado las dudas y los rayes. Bueno, lo hice. O, al menos, lo intenté todo lo que pude. Pero cuando del otro lado no hay colaboración...
A ver, que no se mal entienda, yo me divertí. La pasé muy bien a pesar de haber tenido que hablar de cosas que hubiera preferido dejar para más adelante. De hecho, hablé de temas que me había casi prohibido mentalmente. Cada vez que nos imaginaba juntos y hablando de esas cosas me retaba a mi misma y me decía que la noche era para pasarla bien, no para hacer drama. Así que, cuando él empezó a preguntarme... digamos que me costó mucho responder con la verdad pero intentando hacerla sonar más "light".
Y, al final de cuentas, terminé pasándola bien gracias a él. A que se portó como un dulce, que me cuidó muchísimo y me mimó, y también logró ser divertido. Y es por eso que hoy vuelvo a ser la misma de antes y empiezo a hacerme planteos, aunque de verdad no quería. Porque, más allá de lo bien que la pasé yo, creo que él no lo hizo. Creo que se portó como un caballero y, si, seguramente no la pasó mal, pero no fue lo que él tenía en mente. De hecho, me di cuenta de que yo no era lo que él pensaba practicamente desde el principio, cuando me dijo que veía en mi un cartel que decía algo que no soy. No podía mentirle, no podía decirle que si cuando más temprano que tarde se iba a dar cuenta de que no era verdad. Así que le expliqué en qué tenía razón y en qué no, lo cual dio paso a las preguntas y a que el resto de la noche girara alrededor de mis necesidades y no las suyas.
Y al final, él no la pasó bien. Incluso cuando nos despedimos y me preguntó como la había pasado, yo le dije que bien y le pregunté lo mismo a él... supongo que quizo hacerlo pasar por chiste, de hecho me dijo que era chiste, pero cuando me dijo que él no... me sonó sincero.
Me da pena, por un lado, porque quisiera seguir viéndolo, conociendo a este chico que me trató como ningún otro hasta ahora; y esa es solo mi parte egoísta. También me gustaría seguir viéndolo para dedicarme a él, para devolverle el favor, por así decirlo. Y demostrar, tanto a mi como a él, que puedo ser más como la clase de mina que tendría ese cartel colgado. Y no es que sepa que no lo voy a volver a ver. De hecho, aún no puedo saber nada siendo que solo pasaron 3 horas desde que nos despedimos.
Pero, por otro lado, tengo una sensación de vacío al pensar que podría haber sido diferente; YO podría haber sido la que quise ser: divertida, despreocupada, libre. Y al no ser así, al haber caído dentro de mis típicos fallos, aún cuando el resultado haya sido por una vez diferente y la haya pasado bien, hace que me pregunte si realmente podré marcar una diferencia alguna vez. Si quizás lo que necesito es la ayuda de otro, como anoche, y así de a poco ir desterrando complejos y miedos. Pero me parece demasiado egoísta cargar con esa responsabilidad a otra persona cuando la que tiene el problema soy yo. Y, además, no puedo ponerlo a él en el papel de mi salvador cuando ni siquiera lo conozco. Esa es una de las pocas cosas que fui capaz de modificar y a la cual tengo pavor de volver: el apresurarme a ver cosas que no están ahí, el imaginar que una persona es lo que yo quiero que sea y creermelo. El desear tanto algo que todo lo demás se borra.
Porque, como dije antes, él me trató como ningún otro y, sumado al hecho de que le gusté, sería muy fácil para mi perderme en la ensoñación de que existe algo más y no quiero hacerlo. No es que no me guste él o que no me tiente la idea, pero por una vez quiero que las cosas sigan su curso y aceptarlas como vengan. Quiero ser capaz de disfrutar de lo que tengo sin hacerme ilusiones o desiluciones de antemano. En fin, no quiero pensar.
O sea, no quiero hacer esto que estoy haciendo, pero ya está. Y todo lo que me queda ahora es mantenerme tranquila mientras veo como se van desarrollando las cosas, ver si tengo razón o no en lo que pienso hoy y, solo una vez que obtenga una respuesta, pensar en como seguir... sin pensar.
Me preparé mentalmente para que, pasara lo que pasara, la salida resultara divertida. Fui a divertirme y me dije que iba a dejar de lado las dudas y los rayes. Bueno, lo hice. O, al menos, lo intenté todo lo que pude. Pero cuando del otro lado no hay colaboración...
A ver, que no se mal entienda, yo me divertí. La pasé muy bien a pesar de haber tenido que hablar de cosas que hubiera preferido dejar para más adelante. De hecho, hablé de temas que me había casi prohibido mentalmente. Cada vez que nos imaginaba juntos y hablando de esas cosas me retaba a mi misma y me decía que la noche era para pasarla bien, no para hacer drama. Así que, cuando él empezó a preguntarme... digamos que me costó mucho responder con la verdad pero intentando hacerla sonar más "light".
Y, al final de cuentas, terminé pasándola bien gracias a él. A que se portó como un dulce, que me cuidó muchísimo y me mimó, y también logró ser divertido. Y es por eso que hoy vuelvo a ser la misma de antes y empiezo a hacerme planteos, aunque de verdad no quería. Porque, más allá de lo bien que la pasé yo, creo que él no lo hizo. Creo que se portó como un caballero y, si, seguramente no la pasó mal, pero no fue lo que él tenía en mente. De hecho, me di cuenta de que yo no era lo que él pensaba practicamente desde el principio, cuando me dijo que veía en mi un cartel que decía algo que no soy. No podía mentirle, no podía decirle que si cuando más temprano que tarde se iba a dar cuenta de que no era verdad. Así que le expliqué en qué tenía razón y en qué no, lo cual dio paso a las preguntas y a que el resto de la noche girara alrededor de mis necesidades y no las suyas.
Y al final, él no la pasó bien. Incluso cuando nos despedimos y me preguntó como la había pasado, yo le dije que bien y le pregunté lo mismo a él... supongo que quizo hacerlo pasar por chiste, de hecho me dijo que era chiste, pero cuando me dijo que él no... me sonó sincero.
Me da pena, por un lado, porque quisiera seguir viéndolo, conociendo a este chico que me trató como ningún otro hasta ahora; y esa es solo mi parte egoísta. También me gustaría seguir viéndolo para dedicarme a él, para devolverle el favor, por así decirlo. Y demostrar, tanto a mi como a él, que puedo ser más como la clase de mina que tendría ese cartel colgado. Y no es que sepa que no lo voy a volver a ver. De hecho, aún no puedo saber nada siendo que solo pasaron 3 horas desde que nos despedimos.
Pero, por otro lado, tengo una sensación de vacío al pensar que podría haber sido diferente; YO podría haber sido la que quise ser: divertida, despreocupada, libre. Y al no ser así, al haber caído dentro de mis típicos fallos, aún cuando el resultado haya sido por una vez diferente y la haya pasado bien, hace que me pregunte si realmente podré marcar una diferencia alguna vez. Si quizás lo que necesito es la ayuda de otro, como anoche, y así de a poco ir desterrando complejos y miedos. Pero me parece demasiado egoísta cargar con esa responsabilidad a otra persona cuando la que tiene el problema soy yo. Y, además, no puedo ponerlo a él en el papel de mi salvador cuando ni siquiera lo conozco. Esa es una de las pocas cosas que fui capaz de modificar y a la cual tengo pavor de volver: el apresurarme a ver cosas que no están ahí, el imaginar que una persona es lo que yo quiero que sea y creermelo. El desear tanto algo que todo lo demás se borra.
Porque, como dije antes, él me trató como ningún otro y, sumado al hecho de que le gusté, sería muy fácil para mi perderme en la ensoñación de que existe algo más y no quiero hacerlo. No es que no me guste él o que no me tiente la idea, pero por una vez quiero que las cosas sigan su curso y aceptarlas como vengan. Quiero ser capaz de disfrutar de lo que tengo sin hacerme ilusiones o desiluciones de antemano. En fin, no quiero pensar.
O sea, no quiero hacer esto que estoy haciendo, pero ya está. Y todo lo que me queda ahora es mantenerme tranquila mientras veo como se van desarrollando las cosas, ver si tengo razón o no en lo que pienso hoy y, solo una vez que obtenga una respuesta, pensar en como seguir... sin pensar.
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Pienso/Siento
lunes, 16 de marzo de 2009
Noches Salvajes
Era sábado por la noche y ella se dirigía a una "fiesta" en casa de desconocidos, llevada por una amiga insistente. Tan insistente que parecía que le quería presentar al dueño de casa y oficiar de Cupido. Como a ella no le hacía mucha ilusión esa idea, acepto ir sólo si otra amiga más las acompañaba.
Así fue como se encontró de pronto, a las 10 de la noche y cargada de bebidas alcohólicas, entrando en un departamento de dimensiones diminutas, sin ventilador, con solo un balcón del octavo piso en donde refrescarse... Grave problema considerando su aversión a las alturas.
Además, la "fiesta" en cuestión resultó no ser más que una pequeña reunión de 10 personas (claro, considerando el tamaño de la residencia, una persona más y había que ir a comer al baño). La falta de gente no fue un gran problema ya que a ella siempre le habían gustado más los grupos pequeños, y las reuniones de este estilo eran su punto fuerte. Pero, igualmente, cuando solo conoces a dos personas, cualquier reunión es un reto.
-*-*-*-*-
Emma la estaba pasando bien. En realidad, muy bien. Estaba con sus amigas Vicky y Andrea en una reunión donde no conocía a nadie más, pero que resultó ser una de las noches más divertidas que hacía mucho tiempo no tenía. Era una casa desconocida, llena de gente desconocida y divertida. Y entre ellos estaba Elvio.
Emma notó casi enseguida que Elías tenía una personalidad muy parecida a la de ella: era extrovertido, gritón, ruidoso, disfrutaba de la risa... Y hasta descubrió que era mal perdedor, todo en un lapso de 2 o 3 horas.
A medida que iba avanzando la noche, Emma se percató de que el poco alcohol que había ingerido se le estaba subiendo a la cabeza, lo que implicaba visitas al balcón para tomar aire con mayor frecuencia de la que hubiera deseado. Para ser una chica de veintitantos años, tenía una muy pobre cultura alcohólica.
En una de esas salidas al balcón, que hizo junto a Andrea, se estaba ventilando y soplando dentro de la ropa para mitigar el calor cuando su amiga comenzó a reírse de sus gestos. La risa fue tan contagiosa que pronto acabaron las dos dando un concierto de carcajadas a los gritos y doblándose por el estómago por no poder respirar, lo cual atrajo la atención de los otros miembros de la fiesta.
-¿Qué pasó? -preguntó Juan.
-Na...nada, jajajaja, la...la so...la sopladita, jajajajajajajaja!! -respondió Andrea sin parar de reírse.
Emma casi comienza a llorar de la risa en ese momento, pero se había juntado más gente en el balcón y empezaba a darle miedo que se cayera, así que entró en el apartamento aún doblándose por el medio.
-Ajajajajaja, ¿la... la qué? jajajaja.
-¡La sopladita! jajajajajajaj -repitió Andrea.
-¿La sopladita? -preguntó de pronto Elvio-. ¿Cómo es eso de “la sopladita”? -dijo ahora mirando directamente a Emma.
Ella se controló, de pronto consciente de cuanta atención había levantado.
-Nada, jaja, una tontería, eso es todo, jaja.
Pero para Elvio eso no fue suficiente. Durante el resto de la noche persiguió a Emma para que le contara de que se estaban riendo ella y Andrea, y no quiso parar hasta que se lo dijeran.
-¿Vas a decirme qué era lo de “la sopladita”? -preguntó en un momento en que la encontró sola sentada en el balcón fumando un cigarrillo.
-No... jajajajajaja.
-Daleeeeee...
-Jajajaja, ya te dije que es una tontería, no es lo que piensas, no es nada! jajajaja.
-No importa, yo quiero saber.
-Pero yo no te quiero decir porque me da vergüenza.
-Vamos, si yo ya te dije que conmigo no tienes por qué avergonzarte.
"Recién te conozco, así que aún puedo pasar vergüenza por muchas cosas", pensó ella.
-Uh-uh, no me vas a convencer.
-¿Por qué no? -preguntó él mientras levantaba una mano y le acariciaba el pelo.
Emma sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo y le apartó la mano. -Será mejor que no hagas eso.
-¿Qué cosa? ¿Esto? -y volvió a acariciarle el pelo desde la nuca.
-Si... -dijo Emma y la voz le sonó un poco ronca-, no lo hagas.
-¿Por? -preguntó Elías con una sonrisita de triunfo en el rostro y la mano ya levantada una vez más.
Emma le agarro la mano a medio camino y lo apartó.
-Porque si -dijo ella seria-. Si no quieres terminar mal, mejor no me toques el pelo.
-¿Tanto te molestó?
Ella pensó que si le molestaría si estuviera recién lavado y peinado, después de todo el trabajo que ponía en sus rulos para que estuvieran medianamente manejables. Pero esa no era la razón. Al menos no en ese momento.
Cuando la mano de Elvio le había acariciado el pelo, no fue preocupación por su peinado lo que sintió, si no más bien una excitación sexual muy fuerte. Emma ya sabía que su pelo era uno de sus "puntos claves" a la hora del sexo, pero nunca imaginó que un leve toque de alguien a quien no conocía la hiciera despertarse de esa manera.
Hasta entonces, todos los hombres de su vida -y no eran muchos- habían jugado un papel particular, habían sido conocidos para ella una vez que llegaban al punto sexual. Es decir, nunca se había acostado con nadie con quien no hubiera tenido al menos unas cuantas citas. De hecho, excepto uno, todos los demás habían sido amigos antes de convertirse en amantes, lo que les permitía saber ciertas cosas sobre los gustos sexuales del otro antes de llegar a la acción.
Pero ahora, estar con alguien que no tenía forma de saber lo que a ella le gustaba y aún así lograba excitarla, hacía que se sintiera confusa, sin saber como reaccionar. Era como si una alarma sexual se hubiera despertado en su interior y reclamaba su atención. Además, hacía meses que estaba sola y la última vez había sido un desastre.
De pronto recordó que Elvio estaba esperando una respuesta y se apresuró a decir algo... lo que implicó que dijera más de lo que hubiera deseado.
-No es tanto lo que me molesta como la reacción que me provoca.
El rostro de Elvio se iluminó de tal manera que ella se quiso morir de la vergüenza y se apresuró a aclarar:
-Así que si no quieres terminar mal, mejor no lo hagas.
Pero el daño estaba hecho y mientras ella miraba hacia el otro lado, olvidando por un segundo que estaba en un octavo piso y que mirar hacia el vacío iba a provocarle un mareo, Elvio enredó sus dedos en la nuca de ella y comenzó a acariciarla allí mientras decía:
-Yo creo que lo tuyo es mucho ruido y pocas nueces.
Entonces, la naturaleza combativa de Emma se despertó de pronto y, dejando de lado sus anteriores reservas, lo tomó por el cuello de la camisa y dijo:
-¿Estás seguro?
Y sin darle tiempo a responder, lo acercó de golpe y lo besó.
Así fue como se encontró de pronto, a las 10 de la noche y cargada de bebidas alcohólicas, entrando en un departamento de dimensiones diminutas, sin ventilador, con solo un balcón del octavo piso en donde refrescarse... Grave problema considerando su aversión a las alturas.
Además, la "fiesta" en cuestión resultó no ser más que una pequeña reunión de 10 personas (claro, considerando el tamaño de la residencia, una persona más y había que ir a comer al baño). La falta de gente no fue un gran problema ya que a ella siempre le habían gustado más los grupos pequeños, y las reuniones de este estilo eran su punto fuerte. Pero, igualmente, cuando solo conoces a dos personas, cualquier reunión es un reto.
-*-*-*-*-
Emma la estaba pasando bien. En realidad, muy bien. Estaba con sus amigas Vicky y Andrea en una reunión donde no conocía a nadie más, pero que resultó ser una de las noches más divertidas que hacía mucho tiempo no tenía. Era una casa desconocida, llena de gente desconocida y divertida. Y entre ellos estaba Elvio.
Emma notó casi enseguida que Elías tenía una personalidad muy parecida a la de ella: era extrovertido, gritón, ruidoso, disfrutaba de la risa... Y hasta descubrió que era mal perdedor, todo en un lapso de 2 o 3 horas.
A medida que iba avanzando la noche, Emma se percató de que el poco alcohol que había ingerido se le estaba subiendo a la cabeza, lo que implicaba visitas al balcón para tomar aire con mayor frecuencia de la que hubiera deseado. Para ser una chica de veintitantos años, tenía una muy pobre cultura alcohólica.
En una de esas salidas al balcón, que hizo junto a Andrea, se estaba ventilando y soplando dentro de la ropa para mitigar el calor cuando su amiga comenzó a reírse de sus gestos. La risa fue tan contagiosa que pronto acabaron las dos dando un concierto de carcajadas a los gritos y doblándose por el estómago por no poder respirar, lo cual atrajo la atención de los otros miembros de la fiesta.
-¿Qué pasó? -preguntó Juan.
-Na...nada, jajajaja, la...la so...la sopladita, jajajajajajajaja!! -respondió Andrea sin parar de reírse.
Emma casi comienza a llorar de la risa en ese momento, pero se había juntado más gente en el balcón y empezaba a darle miedo que se cayera, así que entró en el apartamento aún doblándose por el medio.
-Ajajajajaja, ¿la... la qué? jajajaja.
-¡La sopladita! jajajajajajaj -repitió Andrea.
-¿La sopladita? -preguntó de pronto Elvio-. ¿Cómo es eso de “la sopladita”? -dijo ahora mirando directamente a Emma.
Ella se controló, de pronto consciente de cuanta atención había levantado.
-Nada, jaja, una tontería, eso es todo, jaja.
Pero para Elvio eso no fue suficiente. Durante el resto de la noche persiguió a Emma para que le contara de que se estaban riendo ella y Andrea, y no quiso parar hasta que se lo dijeran.
-¿Vas a decirme qué era lo de “la sopladita”? -preguntó en un momento en que la encontró sola sentada en el balcón fumando un cigarrillo.
-No... jajajajajaja.
-Daleeeeee...
-Jajajaja, ya te dije que es una tontería, no es lo que piensas, no es nada! jajajaja.
-No importa, yo quiero saber.
-Pero yo no te quiero decir porque me da vergüenza.
-Vamos, si yo ya te dije que conmigo no tienes por qué avergonzarte.
"Recién te conozco, así que aún puedo pasar vergüenza por muchas cosas", pensó ella.
-Uh-uh, no me vas a convencer.
-¿Por qué no? -preguntó él mientras levantaba una mano y le acariciaba el pelo.
Emma sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo y le apartó la mano. -Será mejor que no hagas eso.
-¿Qué cosa? ¿Esto? -y volvió a acariciarle el pelo desde la nuca.
-Si... -dijo Emma y la voz le sonó un poco ronca-, no lo hagas.
-¿Por? -preguntó Elías con una sonrisita de triunfo en el rostro y la mano ya levantada una vez más.
Emma le agarro la mano a medio camino y lo apartó.
-Porque si -dijo ella seria-. Si no quieres terminar mal, mejor no me toques el pelo.
-¿Tanto te molestó?
Ella pensó que si le molestaría si estuviera recién lavado y peinado, después de todo el trabajo que ponía en sus rulos para que estuvieran medianamente manejables. Pero esa no era la razón. Al menos no en ese momento.
Cuando la mano de Elvio le había acariciado el pelo, no fue preocupación por su peinado lo que sintió, si no más bien una excitación sexual muy fuerte. Emma ya sabía que su pelo era uno de sus "puntos claves" a la hora del sexo, pero nunca imaginó que un leve toque de alguien a quien no conocía la hiciera despertarse de esa manera.
Hasta entonces, todos los hombres de su vida -y no eran muchos- habían jugado un papel particular, habían sido conocidos para ella una vez que llegaban al punto sexual. Es decir, nunca se había acostado con nadie con quien no hubiera tenido al menos unas cuantas citas. De hecho, excepto uno, todos los demás habían sido amigos antes de convertirse en amantes, lo que les permitía saber ciertas cosas sobre los gustos sexuales del otro antes de llegar a la acción.
Pero ahora, estar con alguien que no tenía forma de saber lo que a ella le gustaba y aún así lograba excitarla, hacía que se sintiera confusa, sin saber como reaccionar. Era como si una alarma sexual se hubiera despertado en su interior y reclamaba su atención. Además, hacía meses que estaba sola y la última vez había sido un desastre.
De pronto recordó que Elvio estaba esperando una respuesta y se apresuró a decir algo... lo que implicó que dijera más de lo que hubiera deseado.
-No es tanto lo que me molesta como la reacción que me provoca.
El rostro de Elvio se iluminó de tal manera que ella se quiso morir de la vergüenza y se apresuró a aclarar:
-Así que si no quieres terminar mal, mejor no lo hagas.
Pero el daño estaba hecho y mientras ella miraba hacia el otro lado, olvidando por un segundo que estaba en un octavo piso y que mirar hacia el vacío iba a provocarle un mareo, Elvio enredó sus dedos en la nuca de ella y comenzó a acariciarla allí mientras decía:
-Yo creo que lo tuyo es mucho ruido y pocas nueces.
Entonces, la naturaleza combativa de Emma se despertó de pronto y, dejando de lado sus anteriores reservas, lo tomó por el cuello de la camisa y dijo:
-¿Estás seguro?
Y sin darle tiempo a responder, lo acercó de golpe y lo besó.
domingo, 8 de marzo de 2009
PREMIOS
Hola! Les comento que mi blog ha sido premiado nada más y nada menos que por una verdadera escritora de blogs, Anabel Botella (http://anabelbotella.blogspot.com/), y por lo tanto me siento honrada y en la obligación de respetar la tradición y pasar el premio a otros.
Y ahora, siguiendo la tradición, primero enumero las reglas del premio:
Pero lo más importante: Andrea, te lo agradezco de todo corazón. Sabes que eres casi mi única lectora y definitivamente la única que se ha preocupado por opinar sobre mis escritos. Tu blog me resulta espectacular y espero aprender algo de ti para poder escribir aún mejor. Gracias.
Y ahora, siguiendo la tradición, primero enumero las reglas del premio:
1º.-Exhibir la imagen del sello
2º.-Poner el enlace de la persona que te lo ha regalado.
3º.-Elegir 10 personas para pasárselo.
4º.- Escribirles un mensaje en su blog para que se enteren de su premio.
2º.-Poner el enlace de la persona que te lo ha regalado.
3º.-Elegir 10 personas para pasárselo.
4º.- Escribirles un mensaje en su blog para que se enteren de su premio.
Y mis Premiados son:
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Premios
jueves, 5 de marzo de 2009
miedos verdaderos
Sentía una presencia a mi espalda y no podía librarme de ella. Intenté correr pero mis pies no respondían, sentía que cada vez caminaba más lento y me acercaba más al peligro... O quizás solo fuera el miedo que me paralizaba los sentidos. Lo cierto es que respiraba jadeando, como si estuviera corriendo una maratón.
Y la presencia empezó a tener consistencia, se empezó a hacer más y más corpórea a medida que se aceraba a mi y, en el fondo, yo sabía de quien se trataba. Por eso corría, por eso me moría de miedo, a pesar de que jamás me había hecho daño cuando tuvo oportunidad... bueno, no daño físico al menos.
Entonces, como si no fuera suficiente con tener miedo a alguien que no hizo más que amarme -en su manera obsesiva y hasta un poco enfermiza, si, pero amarme al fin-, sentía también que ahora era peligroso y tenía que escaparme de él.
Así que corrí, corrí con todas mis fuerzas pero nunca llegué a cruzar la calle. Él se acercaba, demasiado rápido para su andar desgarbado, para su torpeza de no vidente. Pero me alcanzaba, a pesar de todo, a pesar de que intentaba no hacer ruidos, a pesar de que yo tendría que haber sido más rápida... A pesar de que no era de él de quien estaba escapando.
Y después, cuando ya mis oídos se negaron a escuchar sus amenazas veladas tras un manto de necesidad ("Te quiero, no te vayas... se que estás ahí, así que no te vayas!"), cuando creí que conseguiría cruzar la calle y ponerme a resguardo, tanto de él como de la lluvia que había empezado a caer, llegaron los otros. Los insectos.
Cucarachas, hormigas y escarabajos comenzaron a cruzarme los pies y a subir por mis piernas. Me derribaron y sentí crecer las raíces de la tierra y atarme a ella para que él -que ya no estaba a la vista- me tuviera a su merced. Pero no era él, nunca fue él, eran los insectos... los bichos que me carcomían por dentro por haber destrozado el corazón de un hombre bueno, aunque enfermo, que solo quería amarme. Por no permitir al menos a una persona en este mundo que me quiera.
Y al final, cuando ya no paraba de gritar del miedo, cuando me picaba todo el cuerpo por los bichos que lo recorrían, cuando creí que me iba a ahogar en tierra y mugre y bichos... desperté. Y lo supe, lo supe en el momento en que dejé de gritar, tomé aire para llenar los pulmones y me largué a llorar como un bebé. Lo supe en cuanto la realidad se impuso en mi mente, liberándome de una pesadilla que solo representaba lo que había en verdad en mi corazón: la persona que había dentro de mi no había sido amada por nadie más porque ni yo la amaba.
Tenía que buscar ayuda.
Y la presencia empezó a tener consistencia, se empezó a hacer más y más corpórea a medida que se aceraba a mi y, en el fondo, yo sabía de quien se trataba. Por eso corría, por eso me moría de miedo, a pesar de que jamás me había hecho daño cuando tuvo oportunidad... bueno, no daño físico al menos.
Entonces, como si no fuera suficiente con tener miedo a alguien que no hizo más que amarme -en su manera obsesiva y hasta un poco enfermiza, si, pero amarme al fin-, sentía también que ahora era peligroso y tenía que escaparme de él.
Así que corrí, corrí con todas mis fuerzas pero nunca llegué a cruzar la calle. Él se acercaba, demasiado rápido para su andar desgarbado, para su torpeza de no vidente. Pero me alcanzaba, a pesar de todo, a pesar de que intentaba no hacer ruidos, a pesar de que yo tendría que haber sido más rápida... A pesar de que no era de él de quien estaba escapando.
Y después, cuando ya mis oídos se negaron a escuchar sus amenazas veladas tras un manto de necesidad ("Te quiero, no te vayas... se que estás ahí, así que no te vayas!"), cuando creí que conseguiría cruzar la calle y ponerme a resguardo, tanto de él como de la lluvia que había empezado a caer, llegaron los otros. Los insectos.
Cucarachas, hormigas y escarabajos comenzaron a cruzarme los pies y a subir por mis piernas. Me derribaron y sentí crecer las raíces de la tierra y atarme a ella para que él -que ya no estaba a la vista- me tuviera a su merced. Pero no era él, nunca fue él, eran los insectos... los bichos que me carcomían por dentro por haber destrozado el corazón de un hombre bueno, aunque enfermo, que solo quería amarme. Por no permitir al menos a una persona en este mundo que me quiera.
Y al final, cuando ya no paraba de gritar del miedo, cuando me picaba todo el cuerpo por los bichos que lo recorrían, cuando creí que me iba a ahogar en tierra y mugre y bichos... desperté. Y lo supe, lo supe en el momento en que dejé de gritar, tomé aire para llenar los pulmones y me largué a llorar como un bebé. Lo supe en cuanto la realidad se impuso en mi mente, liberándome de una pesadilla que solo representaba lo que había en verdad en mi corazón: la persona que había dentro de mi no había sido amada por nadie más porque ni yo la amaba.
Tenía que buscar ayuda.
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