La charla final

Acabo de volver de mi cita con Elián... y no estoy bien, obviamente. Pero tampoco estoy destrozada. Es por eso que se que hice lo correcto.
A pesar de ver su cara de dolor mientras le explicaba porqué para mi se había terminado todo, me mantuve lo suficientemente entera como para decirle absolutamente todo. Y fue muy duro, no lo quería lastimar y veía como mis palabras una a una lo iban hiriendo cada vez más. Fue muy fuerte, pero sé que era lo correcto.
Y lo más terrible fue el darme cuenta de cuantas cosas de él extrañaba. Me había olvidado de lo mucho que me hace reír, de cuanto me gustaba tocarle el pelo, de su boca... Dios, cómo extrañaba esos besos! Porque sí, nos besamos. Él me besó primero, cuando nos encontramos y yo no supe que hacer, así que le respondí el beso. Pero después, cuando nos despedimos, ahí era yo la que lo besaba y abrazaba. Se que él no quería realmente que yo lo hiciera, pero no lo pude evitar.
Dios! cómo extrañaba su cara... y encima tenía puesto el perfume que le regalé, un perfume que me costó mucho encontrar y decidirme a comprarle y que me encantaba tanto que, ahora que lo olí en él espero no olérselo a nadie nunca más... en especial si es alguien que me gusta. Ese perfume será para siempre de Elián.
Y en el colectivo de vuelta lloré un poco, pero más por esas cosas que voy a extrañar que por el hecho de que se haya terminado definitivamente. Se, y siento, que no había solución para nosotros, pero el hecho de recordar esas cosas... el que me haya hecho reír desde que llegué, como antes, como siempre... cómo me encantaba reírme cuando estaba con vos, Elián...
Me da mucha bronca que no haya funcionado y me hace mal. En verdad hubiera deseado poder sentirme igual que vos, o que vos te sintieras igual que yo; en verdad hubiera querido que pudiéramos seguir juntos, pero no fue así.

Dios, cómo te voy a extrañar...