No hay lugar para los miedos y las reacciones hace tanto tiempo arraigadas. Ahora se lo que son, lo que representan, lo que implican... y no las quiero.
Supongo que es un poco como ser un adicto en recuperación: las ganas de ceder ante la tentación de lo que mi cabeza ofrece son inmensas, el sentimiento está y no lo puedo esconder o tapar, mucho menos erradicar. Pero se que no es lo mejor para mi, se que si cedo solo estaré dañándome a mi misma.
Así que sigo en mi vida como si tuviera un fantasma siguiéndome, y al cual yo ignoro. Se que está ahí, que está esperando que algo pase y yo caiga en sus redes nuevamente, pero decido no darle poder sobre mi (después de todo, siempre soy yo la que elige una u otra cosa, ya que todo pasa en mi cabeza).
Como el alcohólico camina con la sombra de su adicción a sus espaldas, yo camino con la de mi depresión y el escape que eso implica, el conocimiento de que es más fácil sentirme mal por mi misma sin hacer nada al respecto que arriesgarme a ser feliz.
Pero hoy elijo no ceder y seguir caminando. Tal y como un adicto, sigo caminando, un día a la vez.
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