jueves, 8 de enero de 2009

Despertar

Despertar. Abrir lo ojos y sentir el frío en la cara cuando me asomo desde bajo las sábanas. Acurrucarme como un ovillo, mi espalda contra tu pecho, y sentir que tus manos me agarran de la cintura, me obligan a separar las piernas del cuerpo. No hay relojes, no hay alarmas ni horas. Solo tus manos. Esas maquinas de crear caricias se apoyan calientes sobre mi piel y me dan escalofríos. Tu respiración me hace cosquillas en el cuello y tu boca, que va hurgando entre mi pelo hasta encontrar la piel y besarla, no hace más que aumentar la sensación extraña de sentir frío y calor a la vez. La luz del sol que se filtra por las hendijas de la persiana lanza un rayo directo a tu ojo y no te deja ver, entonces yo aprovecho para besarte porque se que no habrá un momento más especial que ese en que tus ojos no me ven. La brisa fresca de la mañana me obliga a arrellanarme aún más bajo las sábanas y contra tu cuerpo. Ya no me voy a levantar... ¿y qué? Ahora, de frente el uno con el otro, puedo sentir la fuerza de tus brazos al apretar los míos, el calor de tu cuerpo que se dispersa a través de cada uno de mis poros y me hace sentir que ni siquiera el sexo une tanto a dos personas como puede hacerlo un abrazo bien dado.

Despertar. Abrir los ojos y... volverlos a cerrar, fuerte. Muy fuerte. Frío, hace mucho frío. La cama está helada, las sábanas me tapan pero no hay calor. Todavía es de noche, ni el sol quiere salir. El reloj dice las 6:30, hora de levantarse, hay que ir a trabajar. No es el frío del ambiente el que lastima, sino el de mis huesos. Me levanto, me duele todo, fuerzo a mis articulaciones a trabajar. Cumplo con el ritual matutino: café, café y más café. En el colectivo me duermo parada, no quiero ver pasar la vida a mi alrededor. El día entero es un constante adormecimiento, entumecimiento, embrutecimiento de los sentidos. Todo lo que quiero es volver a la cama. Pero cuando lo hago no la puedo ni ver. Está helada, fea, vacía. Tardo horas en dormirme buscando el calor que nunca llega, el calor que no va a llegar porque no se consigue con frazadas ni estufas. El calor que falta adentro mío. Soy yo la que está fría, no el día. Llueva, truene o haga sol, yo siempre estoy fría. Me dejaste sin calor cuando te fuiste. Me vaciaste.

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