lunes, 16 de marzo de 2009

Noches Salvajes

Era sábado por la noche y ella se dirigía a una "fiesta" en casa de desconocidos, llevada por una amiga insistente. Tan insistente que parecía que le quería presentar al dueño de casa y oficiar de Cupido. Como a ella no le hacía mucha ilusión esa idea, acepto ir sólo si otra amiga más las acompañaba.
Así fue como se encontró de pronto, a las 10 de la noche y cargada de bebidas alcohólicas, entrando en un departamento de dimensiones diminutas, sin ventilador, con solo un balcón del octavo piso en donde refrescarse... Grave problema considerando su aversión a las alturas.
Además, la "fiesta" en cuestión resultó no ser más que una pequeña reunión de 10 personas (claro, considerando el tamaño de la residencia, una persona más y había que ir a comer al baño). La falta de gente no fue un gran problema ya que a ella siempre le habían gustado más los grupos pequeños, y las reuniones de este estilo eran su punto fuerte. Pero, igualmente, cuando solo conoces a dos personas, cualquier reunión es un reto.
-*-*-*-*-
Emma la estaba pasando bien. En realidad, muy bien. Estaba con sus amigas Vicky y Andrea en una reunión donde no conocía a nadie más, pero que resultó ser una de las noches más divertidas que hacía mucho tiempo no tenía. Era una casa desconocida, llena de gente desconocida y divertida. Y entre ellos estaba Elvio.
Emma notó casi enseguida que Elías tenía una personalidad muy parecida a la de ella: era extrovertido, gritón, ruidoso, disfrutaba de la risa... Y hasta descubrió que era mal perdedor, todo en un lapso de 2 o 3 horas.
A medida que iba avanzando la noche, Emma se percató de que el poco alcohol que había ingerido se le estaba subiendo a la cabeza, lo que implicaba visitas al balcón para tomar aire con mayor frecuencia de la que hubiera deseado. Para ser una chica de veintitantos años, tenía una muy pobre cultura alcohólica.
En una de esas salidas al balcón, que hizo junto a Andrea, se estaba ventilando y soplando dentro de la ropa para mitigar el calor cuando su amiga comenzó a reírse de sus gestos. La risa fue tan contagiosa que pronto acabaron las dos dando un concierto de carcajadas a los gritos y doblándose por el estómago por no poder respirar, lo cual atrajo la atención de los otros miembros de la fiesta.
-¿Qué pasó? -preguntó Juan.
-Na...nada, jajajaja, la...la so...la sopladita, jajajajajajajaja!! -respondió Andrea sin parar de reírse.
Emma casi comienza a llorar de la risa en ese momento, pero se había juntado más gente en el balcón y empezaba a darle miedo que se cayera, así que entró en el apartamento aún doblándose por el medio.
-Ajajajajaja, ¿la... la qué? jajajaja.
-¡La sopladita! jajajajajajaj -repitió Andrea.
-¿La sopladita? -preguntó de pronto Elvio-. ¿Cómo es eso de “la sopladita”? -dijo ahora mirando directamente a Emma.
Ella se controló, de pronto consciente de cuanta atención había levantado.
-Nada, jaja, una tontería, eso es todo, jaja.
Pero para Elvio eso no fue suficiente. Durante el resto de la noche persiguió a Emma para que le contara de que se estaban riendo ella y Andrea, y no quiso parar hasta que se lo dijeran.
-¿Vas a decirme qué era lo de “la sopladita”? -preguntó en un momento en que la encontró sola sentada en el balcón fumando un cigarrillo.
-No... jajajajajaja.
-Daleeeeee...
-Jajajaja, ya te dije que es una tontería, no es lo que piensas, no es nada! jajajaja.
-No importa, yo quiero saber.
-Pero yo no te quiero decir porque me da vergüenza.
-Vamos, si yo ya te dije que conmigo no tienes por qué avergonzarte.
"Recién te conozco, así que aún puedo pasar vergüenza por muchas cosas", pensó ella.
-Uh-uh, no me vas a convencer.
-¿Por qué no? -preguntó él mientras levantaba una mano y le acariciaba el pelo.
Emma sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo y le apartó la mano. -Será mejor que no hagas eso.
-¿Qué cosa? ¿Esto? -y volvió a acariciarle el pelo desde la nuca.
-Si... -dijo Emma y la voz le sonó un poco ronca-, no lo hagas.
-¿Por? -preguntó Elías con una sonrisita de triunfo en el rostro y la mano ya levantada una vez más.
Emma le agarro la mano a medio camino y lo apartó.
-Porque si -dijo ella seria-. Si no quieres terminar mal, mejor no me toques el pelo.
-¿Tanto te molestó?
Ella pensó que si le molestaría si estuviera recién lavado y peinado, después de todo el trabajo que ponía en sus rulos para que estuvieran medianamente manejables. Pero esa no era la razón. Al menos no en ese momento.
Cuando la mano de Elvio le había acariciado el pelo, no fue preocupación por su peinado lo que sintió, si no más bien una excitación sexual muy fuerte. Emma ya sabía que su pelo era uno de sus "puntos claves" a la hora del sexo, pero nunca imaginó que un leve toque de alguien a quien no conocía la hiciera despertarse de esa manera.
Hasta entonces, todos los hombres de su vida -y no eran muchos- habían jugado un papel particular, habían sido conocidos para ella una vez que llegaban al punto sexual. Es decir, nunca se había acostado con nadie con quien no hubiera tenido al menos unas cuantas citas. De hecho, excepto uno, todos los demás habían sido amigos antes de convertirse en amantes, lo que les permitía saber ciertas cosas sobre los gustos sexuales del otro antes de llegar a la acción.
Pero ahora, estar con alguien que no tenía forma de saber lo que a ella le gustaba y aún así lograba excitarla, hacía que se sintiera confusa, sin saber como reaccionar. Era como si una alarma sexual se hubiera despertado en su interior y reclamaba su atención. Además, hacía meses que estaba sola y la última vez había sido un desastre.
De pronto recordó que Elvio estaba esperando una respuesta y se apresuró a decir algo... lo que implicó que dijera más de lo que hubiera deseado.
-No es tanto lo que me molesta como la reacción que me provoca.
El rostro de Elvio se iluminó de tal manera que ella se quiso morir de la vergüenza y se apresuró a aclarar:
-Así que si no quieres terminar mal, mejor no lo hagas.
Pero el daño estaba hecho y mientras ella miraba hacia el otro lado, olvidando por un segundo que estaba en un octavo piso y que mirar hacia el vacío iba a provocarle un mareo, Elvio enredó sus dedos en la nuca de ella y comenzó a acariciarla allí mientras decía:
-Yo creo que lo tuyo es mucho ruido y pocas nueces.
Entonces, la naturaleza combativa de Emma se despertó de pronto y, dejando de lado sus anteriores reservas, lo tomó por el cuello de la camisa y dijo:
-¿Estás seguro?
Y sin darle tiempo a responder, lo acercó de golpe y lo besó.

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