lunes, 15 de junio de 2009

El viaje (parte 4)

Sábado – Recuento

¡Me tomé a pecho lo de no escribir más! Jajaja. En realidad escribí y leí bastante en estos días, pero no me puse a describir mi estancia en Villa Carlos Paz... ni sus alrededores. Así que ahora voy a contar sobre la otra excursión que hice ayer.

Excursión 2: La Cumbrecita
Salimos a las 8 de la matina, me pasaron a buscar y... no era mi guía de los sueños. Era un viejo con cara de boludo que resultó ser lo más aburrido que existe a la hora de interesar a la gente en el tour que están haciendo.
Empezó por hablar de las rutas que íbamos a recorrer. Si, si, leyeron bien: rutas. Primero la 45, luego la 5, después la 23, blablabla... Ya me dormía y todavía no había salido de Carlos Paz.
Debo aclarar que más allá del guía pedorro, la excursión en sí no me produjo ni por asomo la misma carga o cantidad de emociones que me dio la anterior. Hubo lugares muy lindos, momentos espectaculares, pero no fue lo mismo. Aunque si gasté tres veces más guita que la vez anterior... y eso que la comida fue barata... mmmm.....
En fin, paseamos por toooooooooooodo el cordón de las Sierras Chicas (ese era el nombre correcto, jeje) hacia el sur de la provincia. Primero paramos en Alta Gracia, pueblo donde vivió el Che Guevara en su niñez, por lo que una de sus casas es ahora un museo. También vimos la Iglesia del año del soto y el museo de Liniers (aunque no entramos). Recuerdo vagamente que el guía mencionó a varias personalidades que vivieron en ese pueblo, pero no se quienes eran.
Y de ahí hicimos el resto del viaje pasando por pueblos que se armaron en las sierras, unos más lindos, otros más históricos... No fue de gran interés para mi, como podrán notar en las fotos que saqué, ya que son todos paisajes y ninguna ciudad. Por alguna razón, la vida y obra humana me importa menos que la naturaleza.
Lo que si me gustó, y eso que fue creado por el hombre, fue el lago Los Molinos. Un lago artificial gigantesco, creado en las uniones de varias montañas que hacían una concavidad perfecta para eso. Hicieron un dique para evitar que el agua que se juntaba naturalmente ahí se desparramara y ahí quedó. Del otro lado del dique está todo seco a esta altura del año porque en invierno no llueve en Córdoba y todavía no empezó la etapa de lluvias, por lo cual pude ver la unión en zigzag de las montañas de al lado... buenísimo. Además, el camino para llegar al dique y al mirador, el mismo camino que bordea todo el lago, era una gran curva hecha de curvas más pequeñas, cerradas y constantes... Súper lindo para chocar contra una pared de piedra de la montaña si venís muy rápido, o que te tiren al lago si alguno hace una mala maniobra.
Finalmente, después de viajar por lo que parecieron días, llegamos a La Cumbrecita.
Pero no sin que antes casi nos chocaran... 2 veces. De todas maneras, es un lugar precioso, de ensueño casi, y donde, si no hubiera tanto turismo, definitivamente me gustaría vivir.
Ahí se me acabó la memoria de la cámara así que tuve que borrar un par de filmaciones tontas que había hecho en los primeros días del viaje para poder recuperar algo de espacio para fotos. Comí ahí, en una especie de cabaña en el medio de un bosque, y después fuimos a Villa General Belgrano: casa de la cerveza, el Oktoberfest, las colonias alemanas, suizas, y de por aquellos lados, y también de los nazis que se refugiaron ahí después de la guerra.
Una ciudad muy estricta en cuanto a normas de construcción (todo debe tener techo a dos aguas, de tejas y estilo cabaña) y propaganda (los carteles de todos los negocios, sin importar rubro o ubicación, deben ser de madera, tallados y pintados). Por supuesto, éstas regulaciones hacen que la ciudad tenga una identidad propia y bien definida, además de que queda todo muy lindo. No tomé cerveza porque no soy cervecera, pero además porque era carísima y ya había gastado lo suficiente por un día. Pero si paseé y disfruté sacando algunas fotos.
Llegué de vuelta al hotel a las 8 de la noche y estaba hecha pelota, pero la pasé bien y me alegro de haber hecho esas excursiones porque quién sabe si tendré la oportunidad de volver a ver esos lugares alguna vez.

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